Tatiana Gabaldón, hija del comandante Carache, reclama más formación, menos dádiva y más sincronización para la eficacia


A pesar de haber perdido a su padre a muy temprana edad, y casi no recordarlo en vida, agradece sus enseñanzas a las que accedió a través de su madre, sus hermanos y algunos allegados, lo que le generó una conducta de servicio social y humano, con una visión socialista, y ahora se hincha de orgullo al pregonar con mucha seguridad: “Si el destino me lo permitiera, viviría mi misma vida”.

Así piensa Tatiana Gabaldón, hija del comandante guerrillero Carache, como se le conocía en sus días de combatiente a Argimiro Gabaldón, quien murió víctima de un balazo, que la historia registra como un accidente a manos de un camarada, aunque hay tendencias que denuncian una inapelable traición.

En tal sentido, y desde su posición como miembro de la Comisión por la Justicia y la Verdad (CJV), Tatiana asegura que no utilizó ni acciones ni influencias para dedicarse al caso de su padre, porque considera que el de Chimiro es un legado que aún vive, por lo que prefiere emplear su tiempo en los casos de otras víctimas. Y da mucho crédito al resto de sus compañeros en la comisión debido al esfuerzo y empeño mostrado.

“No hablo por la CJV. En ese equipo soy una más. Puedo asegurar que no me dediqué a Argimiro. Él ya sembró su nombre y su legado. Ahora me corresponde, con lo que me enseñó, servir a los demás, por eso existe una entrega ética y quehacer humano para resolver todos los casos que se nos presenten”, expuso esta mujer con formación y convicción humanista y social.

Destaca el trabajo tesonero de José Vicente Rangel desde la Vicepresidencia de la República, pero más específicamente el de su jefe de prensa, el periodista Raúl Zurita, quien con su empeño le dio forma inicial a lo que hoy es la CJV.

Por su empeño nos reunimos y conformamos las bases, los objetivos y el sistema de trabajo para avanzar en esta tarea de reivindicar los derechos humanos de las víctimas y sus familiares, que hoy ha comenzado a ver sus frutos.

MUCHO POR HACER, PERO ES EL CAMINO

Esta luchadora social, hija menor del también poeta y humanista, Argimiro, está convencida de que aún a la CJV le falta mucho camino por recorrer, casos por esclarecer y proponer nuevos nombres para el consabido reparo de daños por parte del Estado venezolano, por lo que hace un llamado a los familiares de las víctimas del puntofijismo para que no cesen en sus denuncias y para que apoyen las investigaciones con las que habrá más efectividad en la búsqueda de respuestas ciertas.

Pero la cosa va más allá. También hace un llamado al presidente Nicolás Maduro y a altos funcionarios del aparato político de la Revolución “para que haya más sincronización entre los organismos gubernamentales, se destrabe la burocracia en el área de la justicia y se cumplan más eficazmente las órdenes presidenciales”, exigió.

Desglosa algunas tareas por parte del Estado y del aparato de Gobierno “para trabajar en mancomunidad y aumentar el número de casos resueltos, lo que se traduciría en más efectividad”.

Pero reconoce: “Buscar la verdad, y que se haga justicia solo es posible en el actual Estado venezolano con un gobierno socialista y una Constitución de avanzada, que, a pesar de las críticas de la oposición fanatizada y del acoso del imperialismo, contamos con los elementos legales que son garantes de los derechos humanos y del respeto a la vida”.

Asegura que en los años sesenta, cuando su padre vio apagarse la luz de sus sueños (muerte registrada el 13 de diciembre de 1964), no había ninguna posibilidad de pensar en la actuación del aparato político del país en favor de las víctimas ni de sus familiares.

Indica que el presidente Maduro, el 27 de febrero de 2016, aprobó una serie de beneficios socioeconómicos a manera de reparación a los familiares de las víctimas, además de haber girado instrucciones para que la CJV recibiera apoyo interinstitucional, y sin especificar cifras, considera que hay una deuda con los afectados, ya que de lo aprobado, como pensiones, taxis, atención de Barrio Nuevo Tricolor, Mi Casa Bien Equipada, Proyectos Socioproductivos, se ha cumplido con muy pocos casos, “pero seguimos insistiendo porque hay una orden presidencial, y ojalá nos den la atención requerida en las instituciones, ministerios y otros entes públicos. Esta es una tarea mancomunada”, insistió.

Confiesa que el trabajo en la CJV le ha dado nuevas experiencias que le han hecho adoptar el duelo ajeno como suyo, porque es la manera de integrarse, de sentir el dolor de los padres por sus hijos.

“Aunque aquí no cabe el odio ni el deseo de venganza, he llorado muchísimo en esta nueva etapa”, asevera, aunque aclara que el llanto tiene un doble sentido: “Lloro por los pesares de estos familiares de víctimas, su incertidumbre, pero luego se llora de alegría o de orgullo al conseguir el sosiego y la reparación para esta gente que perdió a sus seres queridos”, indica esta apasionada militante de la izquierda venezolana.

FAMILIA DE COMPROMISO

Recuerda que desde niña su mamá, doña María Luisa Martí de Gabaldón (de cuya unión con Argimiro nacieron Carmen Dolores, Beatriz, Alejandro y Tatiana), les inculcó ese espíritu de entrega por los demás que sembró el comandante Carache y el papá Chimiro.

“Yo no estaba en los planes. Mi mamá sí quería más hijos, a pesar de la situación. Mi papá dijo que si nacía otro, que fuera varón. Pero nací yo, y pasé a ser su consentida”, dice orgullosa, y recuerda una curiosidad: “Mi mamá me parió a los 27 años; quizás eso influyó en mí. Yo parí a los 28 a mi único hijo, Héctor Argimiro”, explica.

Refiere que la suya era una familia atípica desde lo social, ya que su padre provenía de una familia adinerada, mientras que su mamá era excesivamente humilde y, además, era menor de edad, lo que generó desacuerdos en contra de esa unión; por eso recurrieron a una pareja de viejos amigos comunistas que los representó y, aún así, se casaron escondidos en 1948.

“Duraron casados 15 años y creo que ella lo disfrutó muy poco tiempo, porque él iba y venía. Ese fue su destino”, evoca.

Es nieta del general José Rafael Gabaldón, dos veces gobernador de su entidad natal. De esa rama paterna recuerda la solidaridad de sus tíos mayores, Joaquín y María, y la militancia comunista inducida por su papá, de su tía Esther, quien vivía en El Paraíso y hacía trabajo político en La Vega. Asegura que el aliado más fuerte de su papá fue la solidaridad de toda su familia.

“Desde niña me mandaban de vacaciones para la casa de mi tía en Caracas, y allí yo veía su trabajo solidario por las comunidades. El resto de mi familia paterna anda por su lado. Son de otras tendencias. Es un problema de clase. Y aunque nos respetamos, existe una clara distancia. Solo nos vemos cuando hay un muerto en la familia”, confiesa en tono casi jocoso.

Dice que su familia materna es de tendencia izquierdista y en la actualidad todos son chavistas.

EL SIGNIFICADO DE ARGIMIRO

“Mi mamá nunca dejó que Argimiro se muriera para nosotros y logró que él siempre nos llevara en su morral. Él era el equilibrio, el conciliador. Ella era muy recia de carácter. Tanto que cuando él no regresó más de su lucha, ella siguió sus tareas en la clandestinidad, y eso nos involucraba a todos en la casa, porque allí se reunía un grupo de mujeres que aportaban logísticamente para el movimiento guerrillero de las montañas de Lara, Falcón, Portuguesa y Trujillo”.

Recuerda que a los 10 años comenzó su militancia, sin saber, en el Partido Revolucionario de Venezuela, PRV, que era una fracción que se desprendía del PCV.

“Mi tarea era comprar la prensa para un militante enconchado en la casa (identidad resguardada). Un día su foto salió en la primera página de El Nacional, por tanto se decidió el traslado a otra concha. Y allí viene otra historia que debo reservarme”, cuenta emocionada.

Relata cómo el gobernador adeco Miguel Romero Antoni fue el autor intelectual del secuestro de su hermano Alejandro, quien, con apenas 10 años de edad, vivió el terror de la tortura psicológica. “Lo pusieron a ver la tortura de una mujer que estaba allí detenida. Y le decían a mi hermano: “Si tu papá no se entrega o si tú no nos dices nada, te vamos a hacer lo mismo”. Le negaron el derecho que tiene todo niño a ser feliz. Todo era un mecanismo de presión para que mi papá bajara de la montaña y se entregara. Eso fue en 1964, como dos meses antes de su asesinato”, indica Tatiana, y recuerda que junto a su hermano fueron secuestrados sus tíos maternos.

Cuenta que con apenas 15 años, ella fue detenida en la zona industrial de su natal Barquisimeto, mientras desarrollaba una jornada cultural en representación de la Unión Cultural de los Barrios, UCB, que era una célula de Ruptura. Esa experiencia sirvió para templar más el carácter y la convicción de su destino de lucha, cuyo ADN le fue transferido de su padre.

“No tengo dudas de su influencia. Él fue mi guía. Eso me hizo buscar su huella en sus amigos; todos mucho mayores que yo, pero fuentes de sabiduría e inspiración”, dice.

Relata que su papá controlaba el hogar desde su trinchera de lucha, a través de cartas.

“Mi hermana le escribió un día que no quería seguir estudiando bachillerato, y le habló de un novio que tenía. Él, en vez de reprenderla, le contestó: ‘Bueno, hija, te apoyo. Pero como la situación está difícil, debes trabajar para ayudar a tu mamá. Como no eres graduada, quizás consigas trabajo como coletera o cuidadora de niños’”.

Palabras sabias o mágicas que hicieron a su hermana retomar en serio sus estudios hasta graduarse y seguir a la universidad.

Aunque recuerda que al momento de la pérdida de Argimiro, ellos recibieron apoyo directo de Alí Rodríguez Araque, Fruto Vivas, Douglas Bravo, Fabricio Ojeda y otros camaradas, confiesa que el de mayor influencia fue Francisco “el Flaco” Prada Barazarte, quien se convirtió en su prototipo de revolucionario. “A él lo veía como a mi papá. Muy inteligente, didáctico, explicativo y persuasivo, sabía convencer. Además, era un ser sumamente amoroso. Fue un pilar en mi formación política”, confiesa.

Escarba en su memoria y dice que, incluso antes de la muerte de su papá, y a pesar de que a su mamá jamás le gustó la dádiva ni mostrar debilidades, camaradas como los hermanos Cortez Mujica, entre otros, les hacían llegar semanalmente una caja con comida y otros artículos para el consumo familiar, aunque reconoce que hubo días duros, de racionamiento, pero con el orgullo en alto.

Asegura que conoció más al Argimiro combatiente en la calle, en la militancia, en el reflejo de sus compañeros de lucha. “Y aunque no aró en el mar, a veces peleo con él desde mi yo interior, por cosas que quedaron en el camino. Es que los grandes hombres se mueren muy jóvenes”, se lamenta.

Pese a haber sido la hija menor, y la que menos contacto tuvo con su padre, todos en su familia coinciden en que Tatiana es quien conoce más al comandante Carache, como combatiente, como soñador y como padre.

“Desde hace años siento a mi papá muy cerca de mí. Mi conciencia siempre ha sido Argimiro. Y así uno actúa en apoyo a los demás”, asegura.

MENOS DÁDIVA, MÁS FORMACIÓN

Aunque reconoce que el Comandante Hugo Chávez fue quien abrió el camino para cristalizar los sueños socialistas que ella recogió del ideario de su padre, y que maduró en su formación durante la militancia en Ruptura, considera que hay acciones por enmendar en la ruta hacia la consolidación.

Indica que Revolución y chavismo no es lo mismo, y agrega: “Todo chavista tiene que ser revolucionario, pero no todo revolucionario es chavista. Es un juego de palabras con un profundo significado”, alerta, sugiriendo la reflexión.

Vuelve a referirse al presidente Maduro porque a pesar de que la esencia del socialismo está en el humanismo, igualdad e inclusión, y aunque su gobierno ha mostrado una valiosa amplitud democrática garante de equilibrio, justicia y paz, no hay que ser tan dadivoso y se debe exigir más a toda la militancia, comenzando por la dirigencia, y advierte que a veces se corre el riesgo de tener infiltrados.

“¿Sabes qué me molesta?: ese eslogan que dice: ‘No volverán’. Claro que no volverán si nunca se han salido. No se trata de una crítica severa, sino de una necesaria revisión. Hay muchos aprovechadores que con su actitud frenan el proceso revolucionario”, refiriéndose a algunos funcionarios de instituciones y de poderes del Estado que no cumplen a cabalidad sus asignaciones y ponen en riesgo la eficacia del Gobierno, su imagen y su impacto en la gente.

Expone que una de las debilidades notables y que debe ser atacada de manera inmediata es la falta de formación, tanto en lo educativo como en la conciencia.

“En mis inicios de militancia, en los círculos de estudio nos obligaban a estudiar, y moralmente debíamos asumirlo para formar una conciencia revolucionaria y de solidaridad. Nos pedían los boletines para chequear las notas y reforzarnos donde tuviésemos debilidades. Maduro lo sabe, porque él militó en Ruptura y esa formación fue determinante”, insiste.

Está convencida de que a toda la población le caería muy bien en su formación sociopolítica ese tipo de educación revolucionaria, “que no se trata de ideologización, sino de formación integral; la pueden llamar cátedra bolivariana o como quieran, pero que sea obligatoria y supervisada. Es una urgencia”.

En tal sentido, relata una anécdota que explica su preocupación y cierta decepción: “En 2009, desde las cooperativas de Inapymi me correspondió una labor social en el Mercado de Trueque María Lionza, en Urachiche, Yaracuy, junto a un compañero colombiano y otro argentino. Cuando intercambiamos ideas con los compañeros del Frente Francisco de Miranda, salió a colación el nombre de Argimiro Gabaldón, porque muchos sitios de acopio y de labores comunales y sociales llevan su nombre; la sorpresa es que ninguno sabía quién había sido mi papá. Y no es que sea obligatorio, pero creo que es una referencia. Lo increíble es que los extranjeros le explicaron detalles a los venezolanos acerca del comandante Carache. Ello demuestra una gran debilidad de identidad, de conocimiento, de formación y de objetivos. A eso me refiero cuando afirmo que falta formación integral”, analizó con incomodidad y, aunque asegura que no le agrada hablar de ella ni de su padre, hay datos que no se pueden callar ni ocultar.

EL MENSAJE DE CHIMIRO

Señala que, además, su padre trabajó a favor de los derechos humanos; daba clases de matemáticas, historia y artes plásticas; tenía vocación para la agricultura, y llegó a ser dirigente campesino.

Tatiana asegura que el comandante tuvo como uno de los puntos centrales de lucha el ímpetu de la juventud para renovar el espíritu y no decaer en sus objetivos.

“Él era muy atento con el movimiento juvenil, como motor de una comunidad y de todo un país. Yo agrego: juventud irreflexiva que siempre va en contracorriente”, asegura muy orgullosa del legado que le dejó su padre, su Comandante, su guerrillero y su guía de caminos.

“Siempre lo leo. Mi libro de cabecera es Por el camino de Chimiro. Son un montón de cartas de contenido político y otras muy personales. Él siempre se carteaba con su papá. Fueron dos viejos sabios”.

En cuanto a esa formación que necesita un revolucionario, habla de sus frecuentes lecturas: “Leo a Fabricio y a otros de los nuestros, y, aunque me fastidia por excesiva teoría, leo a Marx. Hay que leerlo. Hay que obligarse. Leer es disciplina revolucionaria”, insiste.

Hurga en el disco duro de sus recuerdos y asegura que Chimiro cumplió con su ejemplo, y si tuviese que enviar un mensaje en este momento a Venezuela, nos leería su emblemático poema No permitas que tu dolor se esconda.

________________________________________________________

Una obra maestra

No permitas que tu dolor se esconda
oblígalo a salir desnudo a que combata
que empuñe el fusil y la granada
que anime la marcha
que estalle en un grito en el asalto
que ría y que cante en la emboscada
Tu pena y mi pena y la de todos
es una sola pena militante
armada es el fuego que arde en la alborada
la revolución que avanza desbordada
hacia el milagro de las cadenas rotas
Y el gran sufrimiento se tornará alegría
emergerá del fuego un mundo diferente
será el llanto detenido
y dejará la sangre de correr
asesinada
se esparcirá la risa
y los niños puros como pájaros
en vuelo llenarán los parques
con sus gritos
y nosotros estaremos allí, ¡seguro que estaremos!
como una llama ardiendo
eternamente
Somos la vida y la alegría,
En tremenda lucha contra la tristeza y la muerte”
¡Venceremos, camaradas!
¡Unidos venceremos!

Argimiro Gabaldón

________________________________________________________

Los viejos no mienten

El exrevolucionario Pablo Medina coincide con Douglas Bravo en cuanto a que la de Chimiro fue una muerte sospechosa. La disciplina guerrillera dicta que no se limpian armas con proyectiles en la recámara, menos un M-2, fusil que causó la lamentable muerte, registrada como accidental. Medina agrega que Chucho Vethencourt, nombre del comandante Zapata, portador del arma que le dio muerte, era primo del comandante antiguerrillero del TO-3 de El Tocuyo, Camilo Vethencourt, con quien se había reunido, casual y sospechosamente, días antes del trágico crimen.

Al respecto, Tatiana, quien asegura no guardar rencor, aunque muestra cierta resignación, se pregunta: “¿Por qué la muerte de Argimiro es un secreto? Siempre va a haber dudas”. Por ello, en sus días de trabajo en el municipio Morán, en El Tocuyo, durante la gestión del alcalde Pedro Alastre, ella se dedicó a subir a los montes de Los Humocaros, al caserío El Hato, donde fue reuniendo datos sobre el suceso que le arrancó a su papá. Relata que se entrevistó con mucha gente de la zona que había sobrevivido a aquellos difíciles días de los años sesenta. “Reuní muchos datos que me generan más sospechas. Tú sabes que los niños y los viejos no mienten. Lo dejo a juicio de quien quiera interpretarlo”, dijo.

LUIS MARTÍN/CIUDAD CCS

Comentarios de Facebook