Gustavo Machado, un paradigma de revolucionarios


       

 

  

Por, Freddy J. Melo 

tomado del diario Vea

Gustavo Machado, uno de los venezolanos, de los latinoamericanos fundamentales del siglo XX, señero exponente de luchador social, combatiente sin fronteras por la libertad, fundador de partidos obreros, maestro de revolucionarios y precursor de revoluciones socialistas, cumple en este mes de julio –conmemorativo de relámpagos sociales– ciento ocho años de nacimiento (19/7/1898) y veintitrés de haber trascendido de la vida cotidiana a la perennidad combatiente (17/7/1983). Siete de esas ocho décadas y media de existencia las dedicó a la lucha al lado de los de abajo, decidiendo con ese fin abandonar los privilegios y fortuna de su clase social de origen –siguiendo la lección de generosidad impar de Bolívar– a partir de los catorce años, y estrenando grillos gomecistas en sus tobillos quinceañeros. Los carcelazos, exilios y persecuciones le fueron después tan consustanciales como el trabajo de construcción revolucionaria, de organización, enseñanza-aprendizaje, proselitismo, agitación y propaganda. Cuando en mi plena juventud, a raíz del 23 de enero del 58, lo conocí a él en su plena madurez –y creo que impresión similar se produjo en mis compañeros de generación–, sentí el impacto de una personalidad cautivadora, que de inmediato inspiraba respeto, pero más que respeto, admiración, y más que admiración, afecto. Aquel personaje aureolado de leyenda era de una sencillez tal que disimulaba sin esfuerzo la copiosa sabiduría acumulada, y de una simpatía tan genuina que era capaz de conmover a sus propios adversarios. La leyenda se forjó en los diversos estadios de su accionar: entre 1912 y 14 la agitación estudiantil, culminada con la experiencia de La Rotunda (para los jóvenes: cárcel tétrica en que muchos venezolanos de excepción fueron sometidos a vejación y secuestro); 1919-24, participación con estudiantes y oficiales en un intento de levantamiento contra Gómez, exilio en EEUU y en Francia, donde se gradúa en Derecho y entra en contacto con las doctrinas marxistas, que le iluminan la conciencia y consolidan su condición de luchador por la liberación nacional y el socialismo en cualquiera de las patrias latinoamericanas; 1924-25, contribución a la fundación del primer Partido Comunista Cubano, al lado de Julio Antonio Mella y otros notables precursores; 1926-29, México, fundación del Partido Revolucionario Venezolano; 1928, con Augusto César Sandino, General de Hombres Libres, en la sierra de Las Segovias, Nicaragua, y comisionado suyo en México; 1929, asalto a la fortaleza militar colonial en Curazao para proveerse de armas y municiones, y posterior desembarco en costas falconianas, siguiendo las huellas mirandinas, operación que culmina en derrota, nuevo exilio (fundamentalmente en Colombia) y nuevos aprendizajes; 1936-46, retorno a Venezuela, proclamación orgullosa de su credo comunista y dedicación a la construcción del PCV, con otro paréntesis de exilio; 1946, combativo miembro de la Asamblea Nacional Constituyente; 1947-48, candidato a la Presidencia de la República, diputado al Congreso Nacional, director-fundador de “Tribuna Popular”; 1950, encarcelado y expulsado de nuevo, México y “Noticias de Venezuela”; 1958, vuelta a la patria y a la lucha dentro de ella; 1959, diputado, Presidente del PCV y siempre director de “TP”; 1963, golpe betancourista contra la constitución y encarcelamiento en el cuartel San Carlos, junto con otros parlamentarios, hasta 1968, cuando salió para seguir en la brecha. Y hasta siempre. De todos los méritos que signan la ejemplar existencia de Gustavo Machado, de la cual he intentado dar apenas una apretada e incompleta síntesis, ninguno tan genuino y esencial como el de su integridad y consecuencia. Desde que la doctrina de Marx, Engels y Lenin le floreció el espíritu, no hubo privación, amenaza, persecución, infortunio, adulación ni halago capaz de quebrantarlo, ni Venezuela le conoció otra conducta. Esto lo consagra como un paradigma de revolucionarios y es lo que queda y quedará del hombre: un hombre cuya vida transcurrió toda en el camino del honor.

 

  

 

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